El equipo de personas que integra el Departamento de Ciencias Sociales y Humanas (CCSSHH) de la Universidad Miguel Hernández de Elche, compuesto por personal de Administración y Servicios y profesorado de Ciencias Políticas, Literatura, Ciencias de la Comunicación y Antropología, no podemos sustraernos ni permanecer indiferentes ante la masacre indiscriminada contra la población civil palestina. Miles de afectados inocentes sufren a diario el mayor de los dramas posibles, como lo es el hecho de ver morir en los propios brazos a tus familiares, parientes y amistades, sin apenas ninguna posibilidad de hacer nada para evitarlo.
Una civilización solo es civilizada cuando respeta a la población civil, independientemente del bando en que se halle la persona en cuestión. Todo lo contrario es una acción salvaje, propia de un régimen de violencia irracional, en donde el humano se convierte en un lobo contra el humano. La verdadera civilización se construye sobre los cimientos del respeto mutuo y la convivencia pacífica. La violencia, en cualquiera de sus formas es, por el contrario, una manifestación de la barbarie.
Desde el inicio de la masacre y hasta el día de hoy se han venido incumpliendo por ambos bandos en cruel confrontación todos los acuerdos internacionales que defienden el derecho a las personas a tener derechos civiles, aun en contextos de guerra. Esta flagrante violación de los derechos humanos ha desencadenado una crisis humanitaria sin precedentes, dejando a miles de personas desplazadas, heridas y en situación de vulnerabilidad Parafraseando la letra de aquel famoso poemario contra los nazis, atribuido al pastor alemán Martin Niemöller, alzamos nuestra voz contra el espanto de lo que día a día sucede y vemos
ante las cámaras, un drama que nos conmueve, afecta y que sacude nuestras conciencias.
Estamos expuestos a las decisiones de demasiados poderosos que sobreactúan sin frenos morales ni legales en un ecosistema sin regulaciones internacionales, en donde el pez grande y fuerte acaba devorando a los más pequeños, sin pudor, sin piedad, con crueldad.
“Mucho antes fueron por los palestinos,
pero callé y no hice nada,
porque yo no era palestino.
De repente fueron por los judíos,
pero callé y no hice nada,
porque yo no era judío.
En seguida fueron por los gazatíes,
pero de nuevo callé y nada hice,
porque yo no era gazatí.
Luego fueron por los cisjordanos,
pero volví a callar y nada dije,
porque yo no era cisjordano.
Después fueron por los libaneses,
pero callé otra vez y ni hice ni dije nada,
porque yo no era libanés.
Más tarde fueron por los musulmanes,
pero callé de nuevo y nada hice,
porque yo no era musulmán.
Acto seguido fueron por los disidentes,
pero también callé y no hice nada,
porque yo no era disidente
A continuación fueron por los inocentes,
pero callé y no hice nada,
porque no me sentía inocente.
Masacraron a niños, mujeres y ancianos,
pero nada dije ni hice por salvarles,
porque yo no era ni una cosa, ni otras.
Finalmente vinieron a por mí,…
pero ya entonces era demasiado tarde.
Por desgracia ya no quedaba nadie para defenderme»
Sin duda, algún día esta matanza de inocentes tendrá consecuencias para los verdugos, pero esto no llegará mañana, ni el mes que viene, ni siquiera a medio plazo, sino cuando el efecto de lo que está pasando allí nos duela aquí, en nuestras propias carnes. Pero entonces, quizás ya sea demasiado tarde si no tomamos partido hoy y ahora, por el valor de los derechos humanos y la defensa de la población civil. Este, al menos, es el llamamiento que hacemos desde nuestro particular Departamento, en donde lo social y lo humano nos impele e interpela.